¿De dónde viene esto de “cultura de la cancelación”? La historia del concepto empieza en una canción de los años 80, y avanza por rincones recónditos como el cine de gángsters o el movimiento #MeToo. Yendo incluso más atrás, las raíces del fenómeno llegan a la Revolución Francesa.
Esto de cancelar no ha existido siempre. Si queremos entender cómo hemos llegado al punto en que es habitual la condena social al ostracismo de personas, obras o ideas, podemos mirar hacia atrás. Para responder a la pregunta “¿Cómo hemos llegado hasta aquí?”, uno tiene varias opciones. Una de ellas es remontarse a las pistas de baile de los años 80.
Your love is cancelled no es solo el título de este rompepistas de la banda Chic, sino que es también la primera vez que aparece esta nueva acepción del verbo “cancelar”, aplicada a una persona. Diez años después, esta canción inspiró al guionista Barry Michael Cooper a introducir el término en un diálogo de New Jack City: “¡Cancela a esa perra!”, exige un capo de la droga en un momento de la película.
Desde ahí, poco a poco, fue calando en Estados Unidos la posibilidad de “cancelar a alguien”, saltando a varias canciones de hip hop y programas de TV. El concepto se expandió entre los usuarios afroamericanos de Twitter, aunque con un matiz distinto al actual. El periodista Clyde McGrady señala en The Washington Post que entonces “las cancelaciones eran más bien una decisión personal, una forma de decir ‘Te has pasado de la raya, y no quiero tener nada que ver contigo’”.McGrady apunta, no obstante, que a mediados de la década de 2010 el concepto había evolucionado hacia una forma de exigir responsabilidad pública por algo que un grupo de gente consideraba reprensible. Es en este momento cuando se extienden esfuerzos de cancelación en redes sociales, entre los que destacan los dirigidos a figuras como el cantante R. Kelly, el comediante Bill Cosby o el humorista Stephen Colbert.
A partir de septiembre de 2019, Google registra un aumento de las búsquedas a nivel global del término “cancel culture”, o “cultura de la cancelación”. Movimientos de justicia social globales como #MeToo o #BlackLivesMatter han acompañado el crecimiento del fenómeno, una práctica que se ha descrito como “tóxica” desde posiciones opuestas en el espectro político.
Volviendo a la pregunta inicial, no obstante, hay otra manera de responder a la pregunta “¿Cómo hemos llegado hasta aquí?”. Intelectuales como el profesor emérito de la Universidad de la Sorbona Rémi Brague analizan el fenómeno de la cultura de la cancelación y trazan sus orígenes en una era muy anterior a que Chic publicara su hit. “Estamos en la última fase de un proceso que empezó en la antesala de los tiempos modernos”, señalaba Brague en el 23º Congreso Católicos y Vida Pública, apuntando al filósofo francés René Descartes y su idea de hacer tabula rasa.
Otros hitos importantes en este hilo ideológico que describía el filósofo fue la Revolución Francesa: “Para los partidarios de la Ilustración radical, el concepto de prejuicios pasó a ser la palabra clave para todo aquello que era tradicional y debía ser sustituido, (…) y la revolución trajo consigo la versión política de este empeño al dar lugar a la creación de nuevas instituciones que sustituirían a cuanto se había heredado del pasado”.
Más términos cruciales para entender el momento actual son la relación de la cultura de la cancelación con términos como “corrección política”, una idea que cogió fuerza bajo los totalitarismos del siglo XX para describir la adhesión estricta a la ortodoxia ideológica, o con la “Teoría crítica” definida por la Escuela de Frankfurt, un grupo de intelectuales de izquierda entre los que se cuentan Max Horkheimer, Theodor W. Adorno o Herbert Marcuse.
La “Teoría crítica” se refiere a una forma de entender la filosofía como herramienta de cambio, desmantelando y después rehaciendo la sociedad de acuerdo con una visión previa. Se trata de un modo de pensar heredero de los postulados de Karl Marx, para quien el objetivo del estudio de la realidad es criticarla y transformarla, y que corre paralelo a las ideas del comunista italiano Antonio Gramsci, quien proclamó en los años 20 que la revolución solo triunfaría en Europa si priorizaba la batalla cultural.
Descartes, la Ilustración, la Escuela de Frankfurt, Gramsci, la Unión Soviética… las raíces de la cultura de la cancelación se hunden, según los analistas, hasta estas tendencias históricas. “Lo que estamos viendo -continuaba Brague- no es sino la espuma de una ola mucho más grande”.